LA RELIGIÓN Y YO
Mi primera experiencia con la religión fue a los 18 o 19 años. En ese tiempo yo ya cargaba demasiadas cosas encima: heridas viejas, situaciones complicadas, momentos vergonzosos y duros que marcaron mi adolescencia. Me sentía como si llevara sobre la espalda una mochila donde, año tras año, alguien iba echando piedras. Y llegó un punto en que esa carga era casi imposible de seguir llevando. Me sentía deprimido, con la autoestima destruida. Creía que no valía nada, que yo no tenía propósito. Como joven, tenía una mezcla de emociones: inseguridades propias de la edad, más las heridas que la vida me había dejado. Era un cóctel peligroso: tristeza, depresión, preguntas sin respuesta y un cansancio que no me dejaba en paz. En medio de eso, aparecieron dos personas muy importantes para mí: mi primo Cristian, a quien extraño mucho porque hoy ya está en el cielo, y mi hermano Marco, que gracias a Dios todavía me acompaña. Ambos asistían a una iglesia en el centro de Lim...