TRABAJÉ EN UNA RADIO CRISTIANA II ¿Cómo nació JDC?
¿Cómo nació JDC?
Hace algunos años, trabajé en una radio cristiana. Recuerdo perfectamente que me contrataron casi sin mucha ceremonia, como si fuera algo evidente… y lo fue, me quedé. Ahí comenzó una etapa que marcaría profundamente mi vida profesional y personal.
La primera tarea que me asignaron fue analizar la programación. En aquel entonces, la música aún llegaba en cassettes enviados por las productoras discográficas. Teníamos un operador —de esos héroes anónimos— que con mucha paciencia digitalizaba cada cinta utilizando Cool Edit Pro, un software pionero en su tiempo. Él se encargaba de digitalizar, etiquetar y subir todo al servidor musical que alimentaba a toda la corporación. Un trabajo titánico.
Cuando revisé la programación me di cuenta de algo claro: era completamente religiosa. Predicaciones, programas enlatados como los del hermano Pablo, música de alabanza y adoración… la radio estaba diseñada como una extensión del templo. Había oración mañana, tarde y noche. Incluso contábamos con una central telefónica que recibía cientos de llamadas diarias de personas pidiendo oración o consejería. La necesidad espiritual de la audiencia era real y palpable.
Pero mi enfoque era otro. Yo venía de la producción radial, con una mente inquieta y una vena creativa difícil de contener. Analicé todo, lo desmenucé y propuse una nueva programación. Afortunadamente, me hacían caso. No sé qué les pasaba, pero siempre me daban luz verde a todas mis “locuras”.
Así nacieron varios programas nuevos. Teníamos un noticiero excelente con mi amigo Walter Cortéz, y años después con otro querido amigo, José Luis Bendezú, quien ahora vive en Piura. También creamos espacios dirigidos a mujeres, programas familiares donde hablábamos sobre crianza y matrimonio, y hasta uno de cocina. Sí, cocina en una radio cristiana. Tenía su encanto. Luego vino la música criolla cristiana al mediodía, y finalmente, el turno de la tarde… me encargaron un programa para jóvenes.
Ahí empezó el verdadero reto.
No tenía idea de cómo hacer un programa evangélico para jóvenes. Sabía producir, sí, pero no bajo un enfoque cristiano. Entonces me arriesgué. Propuse algo diferente: un programa con corte rock/pop cristiano en medio de una estación eclesiástica. Empecé a buscar buena música, bandas como Guardian, Petra, Skillet, POD, y otras más alternativas como Pescao Vivo de Colombia, que incluso ganó premios MTV. No todas eran explícitamente cristianas, pero llevaban un mensaje claro, potente, con fondo.
Le puse todo: interacción con el público, llamadas en vivo, efectos, producción de alto nivel, parábolas modernas, metáforas... humor, incluso algo de sarcasmo antirreligioso. El enfoque era claro: comunicar de manera real, sin acartonamientos. Fui con el gerente y le presenté la propuesta. Le dije: “Quiero hacer un programa para jóvenes que se llame AL XTREMO… pero no el gerente no quería un programa para solo adolescentes. Quiero que llegues a los jóvenes mas grandes también, que el programa mejor se llame Jóvenes De Corazón”. Sonó feo al principio, no era nada comercial, lo admito. Pero me lancé igual.
Así nació Jóvenes de Corazón. Luego lo rebauticé simplemente como JDC, para hacerlo más digerible. El programa creció, se consolidó, y para sorpresa de todos… superamos en sintonía a “Los Chistosos” de RPP. Sí, le ganamos a uno de los programas más populares de la FM. Ellos marcaban 18.3, nosotros 18.9. Fue un golazo.
Entrevistamos a artistas como Rescate, Ulises Eyherabide (que en paz descanse), Annette Moreno, Alex Campos, y muchos más. Incluso compartí locura creativa con un amigo mexicano llamado Paco Palafox. Y, por supuesto, mi mayor referente en esa época fue Dante Gebel. Su irreverencia, su estilo desenfadado, fueron clave. También me inspiré en Carlos Galdós, un locutor peruano muy ácido y talentoso. Mezclé sus estilos, armé mi Frankenstein radial, y funcionó.
Durante años fuimos el programa número uno en radios cristianas del país. Llegamos a más de 40 estaciones nacionales. Y cuando llegó el internet, no hubo fronteras. Nuestra señal se escuchaba en todo el mundo desde una simple página web.
Fueron años hermosos. Aportamos algo distinto. Cambiamos un poco la narrativa del medio cristiano, que hasta entonces era solemne, pasivo, casi monocorde. Llegué como un loco a sacudir el avispero. Y creo, sinceramente, que lo logramos.
Pero todo tiene su tiempo.
Me divorcié. Me quedé con mis hijos. Y decidí parar. No podía estar en una cabina mientras ellos me necesitaban en casa. Fundé una agencia de representación de artistas y publicidad. Tenía los contactos, conocía el medio. Podía trabajar desde casa, viajar una semana y volver a estar con ellos tres meses completos. Lo hice por amor, por necesidad y por convicción.
Y aunque han pasado más de 14 años desde que me alejé de los medios cristianos, sigo creyendo que dejamos huella. En ese entonces, había muchas buenas intenciones, pero pocos profesionales. Hoy veo avances. Hay emisoras cristianas con equipos de primera y conductores preparados. Pero sigue faltando industria. El entretenimiento cristiano en Perú sigue siendo casi inexistente, salvo por excepciones como César Carazas que trae películas a las cadenas de cines mas grandes del país y un par de productores de eventos.
Es tiempo de escribir más sobre eso. De analizar lo que pasó, lo que aún falta, y lo que se podría hacer. Tengo historias, tengo memoria, y tengo el corazón latiendo aún por esos días.
Quizás ya no tenga una cabina… pero tengo un blog, una voz, y aún, las ganas de contar.
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