SOLTAR PARA CRECER


Nuevamente estoy aquí para compartir algo importante de mi historia. Hoy quiero hablar de un tema profundo: crecer para soltar. Todos en algún momento hemos tenido que dejar algo atrás para avanzar. Pero, ¿qué significa realmente soltar? A veces, implica superar nuestros miedos, despojarnos de relaciones dañinas o incluso abandonar un trabajo que nos ata. Quiero contarles tres momentos clave en mi vida donde aprendí que soltar no solo es necesario, sino que es el único camino hacia el crecimiento personal y profesional.

Primera lección: dejar la vergüenza para avanzar.

Tenía 14 años cuando enfrenté uno de los momentos más difíciles de mi vida. Era un tiempo complicado para nuestro país: la hiperinflación golpeaba los bolsillos, muchas familias vivían en extrema pobreza, y el terrorismo sembraba miedo en cada rincón. Mi madre enfermó gravemente, y nuestra situación familiar era desesperante. Fue entonces cuando comprendí que, a pesar de mi corta edad, tenía que hacer algo para ayudar.

Tomé una decisión que me cambió: enfrentar mi vergüenza y pedir trabajo. Me acerqué a un tío que tenía varios negocios de lotería en el centro de la ciudad. La sola idea de acercarme a él ya era un desafío. ¿Qué iba a pensar de mí? ¿Me rechazaría? Pero lo hice. Con un nudo en la garganta, le expliqué mi situación. Me miró y me dijo: "Está bien, te voy a dar trabajo".

Así fue como comencé a vender boletos de lotería en la calle. Recuerdo claramente ese primer día. Estaba en un mostrador improvisado, rodeado de desconocidos, con el corazón acelerado. ¿Y si pasaba un amigo del colegio y me veía? ¿Qué iban a decir mis compañeros? Pero poco a poco entendí que esas miradas y prejuicios eran insignificantes comparados con lo que estaba logrando. Dejé la vergüenza atrás y me concentré en lo importante: ayudar a mi familia y salir adelante.

Aprendí que, cuando dejamos de preocuparnos por lo que otros piensen, abrimos las puertas a oportunidades que antes parecían imposibles.

Segunda lección: dejar relaciones tóxicas.

Años después, ya siendo adulto, me encontré en una relación que me estaba consumiendo. Durante mucho tiempo me negué a verlo. Vivía como un satélite, orbitando alrededor de alguien que no sumaba nada positivo a mi vida. Pero lo más grave es que yo mismo me estaba dejando de lado.

Por años me convencí de que así eran las cosas, que tenía que aguantar. Hasta que un día, en medio de una crisis personal, decidí tomarme un tiempo para reflexionar. Me fui al Cusco durante diez días. Allí, entre montañas y cielos infinitos, tuve la claridad que necesitaba. Me di cuenta de que esa relación no solo me estaba afectando a mí, sino también a mis hijos. Ellos merecían un padre presente, fuerte, y no alguien quebrado por una relación tóxica.

Regresé decidido. Fue una de las decisiones más difíciles que he tomado, pero también una de las más importantes. Dejé esa relación atrás, y con ello, recuperé mi paz y mi energía. Aprendí que soltar no es un acto de debilidad, sino de amor propio. Y cuando nos amamos a nosotros mismos, podemos amar mejor a quienes nos rodean.

Tercera lección: dejar trabajos y jefes tóxicos.

Más adelante, ya trabajando como profesional, viví otra experiencia que me enseñó el poder de soltar. En aquel entonces, trabajaba en una importante estación de radio. Aunque era un empleo estable, sentía que no valoraban mi esfuerzo. Pasaron años sin que me ofrecieran un aumento de sueldo, y aunque lo necesitaba, me daba miedo pedirlo.

Un día reuní el valor y fui a hablar con mi jefe. Le pedí un momento para conversar, y con toda la humildad y el respeto posible, le expliqué por qué creía que merecía un aumento. Su respuesta me tomó por sorpresa: no solo rechazó mi petición, sino que me despidió. Salí de esa oficina con un sobre de liquidación en la mano y una mezcla de miedo e incertidumbre. ¿Qué iba a hacer ahora?

Lo que no sabía en ese momento era que ese despido sería una bendición disfrazada. Con el dinero de la liquidación, decidí emprender. Creé una agencia de publicidad y representación artística. Los primeros meses fueron difíciles, pero con el tiempo, ese negocio comenzó a dar frutos. Llegué a ganar diez veces más de lo que ganaba en la radio, y lo más importante, me sentía valorado por lo que hacía.

Esa experiencia me enseñó que, cuando soltamos lo que nos ata —un trabajo, un jefe abusivo, un ambiente tóxico—, nos damos la oportunidad de crecer y alcanzar cosas mayores.


Hoy, al mirar hacia atrás, me doy cuenta de que estas tres lecciones fueron fundamentales en mi vida:

1. Dejar la vergüenza para abrirme a nuevas oportunidades.


2. Dejar relaciones tóxicas para recuperar mi paz y amor propio.


3. Dejar trabajos tóxicos para valorar mi potencial y crecer profesionalmente.


Sé que soltar no es fácil. A veces implica miedo, incertidumbre, e incluso dolor. Pero quiero que recuerden algo: soltar es necesario para crecer. Solo cuando dejamos ir lo que nos lastima, podemos dar paso a algo mejor.

Espero que estas experiencias puedan inspirarlos. Nos vemos en el camino.


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