EN BUSCA DE LA FELICIDAD



¿Alguna vez te has detenido a pensar dónde encontrar la felicidad? 

Todos hemos pasado por momentos en los que planeamos nuestra felicidad como si fuera un destino al que debemos llegar. Desde jóvenes, muchos de nosotros imaginamos que la felicidad está en algún lugar que alcanzaremos algún día. Pensamos que será cuando tengamos éxito, amor, dinero, o logremos lo que tanto deseamos. Pero, ¿y si te dijera que la felicidad no es un destino? Que no es algo que alcanzamos, sino algo que se construye a través de cómo vivimos cada momento.

Muchos creen que la felicidad está en la abundancia: tener más dinero, más cosas, más reconocimiento. Otros piensan que se encuentra en el amor, en esa relación que nos hace sentir completos. Pero, ¿qué pasa cuando esa relación termina? La felicidad parece desvanecerse, y buscamos una nueva relación como si de esa forma encontráramos la felicidad perdida. Otros, piensan que la felicidad está en los hijos, en la familia. Pero los hijos crecen, y nos damos cuenta de que ellos no son la fuente eterna de nuestra felicidad.

Entonces, ¿qué es la felicidad? ¿Es un estado constante de alegría, o es algo más profundo? La verdadera pregunta es: ¿Alguna vez has sido verdaderamente feliz? En qué etapa de tu vida te has sentido en paz, pleno, conectado contigo mismo y con los demás?

Te invito a reflexionar sobre esto. ¿Qué ha sucedido entre esos momentos de felicidad y aquellos en los que te has sentido triste o vacío? Yo mismo puedo recordar momentos de felicidad tan intensos que parecen inconmensurables. Mi primer trabajo, el primer sueldo, el día que terminé la secundaria, mis primeros viajes, mi matrimonio, el nacimiento de mis hijos... Cada uno de esos momentos fue una alegría inmensa. Pero también ha habido momentos de tristeza, de soledad, de angustia. Y lo cierto es que no todo en la vida son momentos felices, ni todo es perfecto. Los momentos de dolor y desilusión también forman parte de nuestra historia.

La felicidad no es un destino que se alcanza tras haber completado una lista de logros. La felicidad es aprender a apreciar tanto los momentos buenos como los malos. En los días buenos, sentirnos agradecidos por la alegría; y en los días malos, aprender a disfrutar del proceso, del aprendizaje que esos momentos nos traen.

Recuerdo con cariño y gratitud haber vivido momentos de abundancia, como cuando comí en restaurantes de lujo o me hospedé en hoteles de cinco estrellas, pero también recuerdo las épocas de escasez, esos días en que lo que más valoraba era tener un techo sobre mi cabeza. Recuerdo una noche difícil, cuando era adolescente, durmiendo en un mueble de una mueblería durante el invierno. Llovía y la gotera me mojaba. Fue un momento difícil, pero de esos momentos también aprendemos. La adversidad nos enseña a apreciar lo que tenemos, a valorar lo simple y lo esencial. El frío nos enseña a valorar el calor, y el calor extremo, a bendecir la frescura.

La vida, en su esencia, es aprender a disfrutar tanto de los altos como de los bajos. No se trata de alcanzar un punto en el que finalmente podamos decir que somos felices, sino de aprender a vivir plenamente en cada paso del camino. La felicidad no es un lugar al que llegamos, sino el arte de disfrutar de cada momento: de los pequeños paseos bajo el sol, de las lluvias que nos refrescan, de la abundancia y de la escasez.

Así que, reflexiona sobre tu vida. ¿Cómo estás viviendo hoy? ¿Qué estás aprendiendo de tus altos y bajos? La verdadera felicidad está en el camino, en cómo vivimos cada día, en lo que apreciamos, y en lo que decidimos aprender de cada experiencia.


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