ADIÓS 2024 HOLA 2025
Iniciamos el 2025.
Con actitud y, sobre todo, con esperanza. Esperanza de que sucederán cosas buenas, de que aquello que no se logró el año pasado se hará realidad en este presente. De que las situaciones inconclusas finalmente encontrarán su desenlace.
El 2024 fue, para mí, un año de aprendizaje. Me enseñó a soltar, a dejar ir. Fue un tiempo de despedidas: amistades que parecían eternas quedaron atrás. Aprendí, con dolor, que nada está garantizado, que la vida puede cambiar en un instante y que el cambio es lo único constante. Si no abrazamos esos cambios con sabiduría, el sufrimiento se multiplica.
Una vez escuché a Pedro Suárez-Vértiz decir que la vida es como un potro salvaje: en un momento cabalgas con firmeza, y al siguiente te caes y te fracturas. Pero vuelves a montarlo, con cuidado, intentando sostenerte... hasta que, otra vez, el potro te derriba. Así es la vida: un constante vaivén de altibajos, felicidad y tristeza.
El 31 de diciembre, hace apenas unos días, sentí un nudo en la garganta y el pecho apretado. Deseaba que el año terminara. Tal vez porque fue complicado, lleno de retos en el trabajo, en las relaciones, y en la lucha por alcanzar metas que parecían esquivas. Fue frustrante. Pero también entendí que la paciencia y la persistencia son claves esenciales para seguir adelante.
En 2024 tuve que despedir a familiares y amigos que partieron a la eternidad. Decir adiós fue desgarrador, especialmente a quienes significaron tanto en mi vida. Pero en medio del dolor, aprendí a ser agradecido. Agradecí por haberlos tenido, por las lecciones que dejaron. Y aunque no logré todo lo que esperaba, agradecí porque siempre hay una enseñanza, incluso en los momentos más oscuros.
A pesar de todo, también hubo mucho por celebrar. Vi crecer a mis hijos. Nicolás evolucionó notablemente en el colegio; Mateo se enfrentó a nuevos retos académicos con valentía y los superó con excelencia; Santiago maduró emocionalmente, perseverando en su sueño de jugar básquetbol, incluso en un país donde ese deporte es casi una utopía. Y Jairo logró encontrar un trabajo mientras mantenía sus buenas notas en la universidad. Aunque aún tiene aspectos por mejorar, veo en él un crecimiento constante.
Mi matrimonio también floreció. Hubo mayor unión, comunicación y, sobre todo, amor. En los momentos críticos, ese amor fue la fuerza que nos permitió avanzar juntos, como familia.
En lo académico, logré concluir una parte importante de mis estudios universitarios. Estoy cerca de cerrar ese capítulo inconcluso de mi vida, y eso me llena de satisfacción. Y, como si todo esto fuera poco, nuestra familia creció con la llegada de una nueva perra, que ha llenado nuestra casa de alegría.
Si algo me dejó el 2024, fue gratitud. Aprendí a agradecer no solo por los momentos de alegría extrema, sino también por las lecciones que trajeron los días difíciles.
Ahora, 2025, aquí estamos. Anhelamos que seas un año donde se cumplan los deseos y anhelos que llevamos en el corazón. Vamos con fe, creyendo que este será un año extraordinario.
Seguiremos adelante con el programa en la radio, con nuestras enseñanzas en redes sociales, y con todo aquello que nos inspira a caminar.
Aquí vamos, 2025. Con esperanza, con gratitud, con fe. Nos vemos pronto, amigos.
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