ASIENTOS DE PIEDRA

                 
Hoy me gustaría compartir un recuerdo que llevo conmigo siempre.

Aquellos días en que mi hermano Christian y yo esperábamos ansiosos en el portón de nuestra casa en Jr. Conde de Superunda por el regreso de nuestro abuelo Daniel, a quien cariñosamente llamábamos "el Papito", son momentos que aún guardo con cariño en mi memoria. Tenía 8 años y aquellos instantes eran mágicos.

Nos sentábamos en una especie de asiento de piedra en el portón, un lugar que se convirtió en nuestro rincón favorito. Jugábamos, contábamos los carros que pasaban, inventábamos historias y soñábamos despiertos, siempre mirando hacia la esquina del puente Santa Rosa, donde sabíamos que aparecería el Papito después de un largo día de trabajo.
             .               (El Papito Daniel Echegaray Vía)

La espera era emocionante, y cuando finalmente lo veíamos doblar la esquina, corríamos hacia la casa gritando "¡Ya viene el Papito!" y volvíamos a salir para darle el encuentro en el portón. Nos colgábamos de su cuello, ansiosos por recibir sus besos y abrazos. Me encantaba su mirada, su voz cuando me decía "Eres mi nieto favorito guarda el secreto" (años después me enteré que compartía el mismo secreto con Chris, Fran, Marco y Danilo).

El Papito era un hombre especial, lleno de amor y sabiduría. Me enseñó a disfrutar de las pequeñas cosas, apreciar la belleza en los detalles, amar sin condición. Me contaba historias de su juventud, de su amor por mi abuela Clarisa, de sus pasiones y sueños. Me enseñó a amar el tango de Gardel y la guitarra de los Embajadores Criollos.

Recuerdo que tenía un jardín lleno de rosas, su flor favorita, y que me llevaba a la "tienda de LuLo" para comprarme dulces o mi "Guaraná de vidrio". Le encantaba ir al chifa, especialmente al Chifa TonWa de Jr. Huancavelica, que aún funciona y donde sigo yendo para recordarlo, a veces solo, a veces con mis hermanos.

Aquellos momentos con el Papito en Jr. Conde de Superunda son tesoros que guardo en mi corazón. Aunque ya no está con nosotros, siento su presencia en cada paso que doy, en cada decisión que tomo, en cada amor que doy y recibo.

Hoy, al ver a mi hijo Nico correr hacia mí y abrazarme, recordé aquellos momentos mágicos con el Papito. Y supe que el amor y los recuerdos nunca mueren, solo se transmiten de generación en generación. 

Me di cuenta de que estoy siguiendo sus pasos, creando nuevos recuerdos con mi propio hijo, y que el legado del Papito vive en mí y en mi familia.


Comentarios

  1. No hay mejores recuerdos en esa casa. Esperar la llegada del Papito era lo más preciado para todos los nietos, nunca faltó amor para alguno de nosotros. Gracias por compartir tan buen recuerdo.

    ResponderEliminar
  2. Aparezco en la portada!!! Muy buena entrada, desearia haber podido conocerlo, hablar con el o talvez tomarnos un té...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares